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jueves, 3 de junio de 2010

Alfonso XI Rey de Castilla





Alfonso XI de Castilla y de León, el Justiciero (Salamanca, 13 de agosto de 1311 – Gibraltar, 26 de marzo de 1350), fue Rey de Castilla y de León, bisnieto de Alfonso X el Sabio.

Muerto su padre, Fernando IV, en 1312, se desarrollaron multitud de disputas entre varios aspirantes al trono, resueltos en 1313 con el acuerdo de Palazuelos.

Su abuela Doña María de Molina, Doña Constanza y los infantes don Juan y don Pedro, formaron regencia.

Cuando murió Doña Constanza y tras una campaña militar donde perecieron los infantes en Granada en el año 1319, Doña María quedó como única regente.

Al morir en 1321 los infantes don Felipe, don Juan Manuel y don Juan el Tuerto se dividieron el reino mientras era saqueado por los moros y nobles levantiscos.

Alfonso, una vez mayor de edad, asumió el trono, consiguiendo durante su reinado el fortalecimiento del poder real, la resolución de los problemas del estrecho de Gibraltar y la conquista de Algeciras.

Falleció en el sitio de Gibraltar víctima de la peste, siendo así el único monarca de toda la Europa afectada en morir víctima de la enfermedad. Su cadáver fue llevado a Jerez de la Frontera donde se embalsamó y enterraron sus intestinos en la real capilla del alcázar.

Su cuerpo fue posteriormente llevado a Sevilla y en 1371 trasladado a la Capilla Real de la Catedral de Córdoba, donde permaneció durante más de trescientos años, en compañía de su padre Fernando IV el Emplazado, también sepultado allí.

En 1736 fueron trasladados los restos de Fernando IV y Alfonso XI a la Real Colegiata de San Hipólito de dicha ciudad, fundada por Alfonso XI en 1343 en conmemoración de la Batalla del Salado. Los restos mortales de ambos monarcas reposan en sarcófagos de mármol rojo, construidos en 1846.

1 comentario:

Lou dijo...

madre mia, cuánto movimiento tuvo este hombre incluso después de muerto. A veces juro que me encantaría tener una máquina del tiempo para ver en persona todas las revueltas que se originaron en esta época. Mientras por un lado estaban los reinos cristianos lidiando entre ellos, por otro lado estaban los islámicos. Supongo que no tendrían tiempo de aburrirse