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miércoles, 13 de abril de 2011

Pedro Téllez-Girón y Velasco



Pedro Téllez-Girón y Velasco Guzmán y Tovar (Osuna, 17 de diciembre de 15741 - Barajas, 24 de septiembre de 1624) fue un noble, político y militar español, Grande de España, III duque de Osuna, II marqués de Peñafiel y VII conde de Ureña entre otros títulos, segundo caballero del Toisón de Oro.

Sirvió a Felipe III en los empleos de virrey y capitán general de los reinos de Sicilia (1610-1616) y de Nápoles (1616-1620), reorganziando su marina y combatiendo con éxito a turcos y venecianos.

Se le atribuye la organización de la Conjuración de Venecia, uno de los episodios más oscuros del siglo XVII.

Conocido como El Gran Duque de Osuna, Osuna el Grande o Pedro el Grande para sus contemporáneos, a pesar de disfrutar de unas enormes rentas, este Grande de España prefirió los campos de batalla y la aventura.

Luchó en Flandes como soldado e intentó modernizar la Armada española, luchando contra turcos y berberiscos en el Mediterráneo. Pero no pudo vencer la corrupción de la Corte. Olivares, al considerarle hombre de Uceda, lo mandó a prisión, donde murió.

Francisco de Quevedo fue amigo, consejero y secretario del Gran Duque, y le dedicó varias obras. Asimismo, escribió una extensa biografía sobre el Duque que nunca llegó a imprimir: los Dichos y hechos del duque de Osuna en Flandes, España, Nápoles y Sicilia.3 Al parecer, según Pablo Jauralde Pou, Catedrático de Literatura Española en la UAM, este manuscrito inédito se conserva hoy en un archivo nobiliario de complicado acceso.

Le llamaban los turcos Deli-Bajá, el Virrey temerario, tanto era el daño que les causaba en las diversas correrías contra ellos dirigidas.

Francisco de Quevedo condensó sus triunfos en este soneto:
Diez galeras tomó, treinta bajeles,

ochenta bergantines, dos mahonas;
aprisionóle al turco dos coronas
y a los corsarios suyos más cueles.

Sacó del remo más de dos mil fieles,
y turcos puso al remo mil personas;
y tú, bella Parténope, aprisionas
la frente que agotaba los laureles.

Sus llamas vio en su puerto la Goleta;
Chicheri y la Calivia saqueados,
lloraron su bastón y su jineta.

Pálido vio el Danubio sus soldados,
y a la Mosa y al Rhin dio su trompeta
Ley, y murió temido de hados.

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